No olviden, el compañero siempre primero: el que va adelante, a los lados y sobretodo el que va atrás. Que nunca vaya sólo, que nunca se le haga sentir que es el que va más lento, más aún si son sus primeros senderos. De nosotros puede depender su motivación para que siga o no siga.
Apoyo al que va cerrando, que se sienta parte del todo. Ir a un sendero en grupo es ir contigo, un compromiso no escrito de ir a tu lado, no a 100 ó 200 metros y mirar de tanto en tanto para atrás, sino ir contigo, estar para ti y tu para mi. ¿Cómo vas? Que sea una pregunta recurrente. Que el punto medio del camino (que muchos llaman el final, olvidando que hay que volver), no nuble el compañerismo y los haga caminar cabeza gacha a paso rápido, para coincidir con los tiempos. El cerro estará siempre ahí, la oportunidad de caminar junto a un amigo en la naturaleza no lo sabemos, disfrutemos de ese regalo, más aún en estos tiempos de pandemia.
En esta dinámica de grupos, no todos se caerán bien y habrá mas afinidades con unos que con otros, pero eso es algo que un cerro nos enseña con humildad, que más allá de las diferencias, se puede disfrutar del mismo lugar y trabajar en equipo.
Jamás caigamos al momento de planificar una salida en el proselitismo, eso no nos permite crecer.
Considerémonos unos afortunados al tener nuestro cuerpo apto para poder ir a caminar a la naturaleza y más aún de conocer a gente con el mismo amor por lo que hacemos.
Aprendamos de todos, porque cada uno aparece en nuestro sendero para aportarnos algo. Podemos progresar mucho, de haber partido en el San Cristóbal a coronar un seismil, pero nunca caigamos en la trampa del ego de creernos expertos. Nunca perdamos la capacidad de asombro y las ganas de sumar conocimiento que tiene el principiante, ya que si algún día nos creemos expertos y perdemos la humildad del aprendiz, créanme habremos perdido mucho.