¿La libertad de las cimas? No todavía

¿La libertad de las cimas? No todavía

Probablemente uno de los hastag más repetidos entre quienes hacen montañismo es el de #libertad.  Estar en medio de paisajes deslumbrantes y vistas privilegiadas hacen que el o la montañista se sientan inspiradas plenas y en libertad absoluta. Al menos así es para muchas, pero no para todas.

Junto a la conmemoración del día internacional de la mujer, se puede observar que en el montañismo, los temas que ponen en la mesa las mujeres, a través de sus legítimas aspiraciones, plasmadas en consignas en las marchas del 8M, siguen siendo para muchos un tema tabú.

Es momento que de una vez por todas se hable que en el montañismo si hay maltrato, acoso, discriminación y hasta casos de abuso.

En el montañismo en 2015, está instaurada una imagen de que sus cultores son seres cercanos a la pureza espiritual, creadores de gestas heroicas parecidas a las que nos legaron en sus libros los antiguos griegos, y un compañerismo a prueba de todo, incluso de sacrificar la vida por la cordada, olvidando muchas veces que tras las botas, traje de plumas, mitones y cascos, hay personas con virtudes, pero también defectos, que justamente los hacen igual de humanos que todos. 

Lo anterior lo digo porque no sé si con inocencia poco entendible, o simplemente por creer que quiénes hacemos montañismo tenemos una superioridad espiritual, no estamos apreciando y entendiendo que en las idas a la montaña hay discriminación (no las invitemos, las mujeres son muy cuáticas), acoso (y si nos perdemos tras esas rocas), abuso (durmamos cucharita) y violencia (no se para que te trajimos, eres débil).

No soy experto en el tema, y no quiero tomar una posición paternalista o proteccionista, pero sí creo es momento empecemos a prestar mayor atención con qué pasa con nuestras compañeras. No digo nada nuevo al señalar que romper la barrera del silencio en casos de acoso, abuso, violencia o maltrato puede tomar años.

Se que es díficil para muchos entender o encarar este tema, más aún cuando algunos, entre los que me incluyo, crecimos validando y aceptando conductas vulneratorias.

Sabemos que hay un terreno que es tierra de nadie, que son los grupos de trekking y senderismo, que se originan en redes sociales y que no tienen mayor formalismo que el de un grupo de WhatsApp y un gusto en común, pero son los clubes y asociaciones, las que deben comenzar a liderar la educación y capacitación al respecto, organizando talleres, charlas con expertos y expertas en el tema, que se enseñe sobre el protocolo del Decreto 22, y por qué no, imitar la iniciativa del Comité Olímpico de Chile, pionero entre sus pares con la Oficina por el respeto en el deporte. Imagino clubes y asociaciones teniendo sus comisiones de respeto en el deporte. Lo bueno hay que imitarlo.

También hay un trabajo pendiente de generar confianzas, donde quienes se sientan vulneradas no teman romper el silencio, por miedo a la impunidad. Recuerdo un caso de una senderista acosada por un pseudo guía, y que ella denunció a través de redes sociales. El hombre que al parecer creyó liderar Tinder Trekking, fue defendido por todo su entorno de forma virulenta, nadie empatizó con la víctima.

Por casos como el anterior, es que surgen grupos formados sólo por mujeres, que no obedecen únicamente a una afinidad de género, sino a la seguridad que sienten ante la ausencia de hombres. Es fuerte confirmar que en el montañismo hay mujeres que se sienten en riesgo, juzgadas y cosificadas, siendo todavía algo poco comprensible para algunos montañeros.

Hay mucho camino por recorrer en esta materia, en un deporte que aunque duela decirlo y moleste leerlo, todavía hay machismo. Cambiar ciertos patrones de conducta puede tomar años, y por eso ya no hay tiempo que perder. Se debe mirar el paisaje, no las calzas que lleva la mujer de adelante, lo difícil debe ser llegar a la cima, no el tolerar actos vulneratorios, que hasta el día de hoy siguen sucediendo.

Juan Carlos Páez.

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